Preguntar qué es la Atención Plena es como preguntar qué es el amor, requiere tiempo y un largo proceso experiencial.

Se podría decir la Atención Plena no es más que vivir el presente con ecuanimidad, sin juicios, aceptando y dejando ir los objetos y contenidos mentales momento a momento, liberando cualquier reactividad, cultivando cierta lucidez. Y si esta atención es sostenida en el tiempo, hablamos de Estado Mindful de consciencia. No obstante, como cualquier estado, nace y muere, es, por tanto, impermanente.

Desde que se crearon los programas de primera generación (MBSR) hasta nuestros días se han realizado múltiples estudios que demuestran que la Atención Plena nos libera del sinsentido de nuestros hábitos irracionales, de nuestros tormentos emocionales, modifica nuestra experiencia con el dolor, la depresión (segunda generación MBCT), la ansiedad, el miedo, los trastornos obsesivos (tercera generación MBMW), etc.

Desde la psicología se ha observado que esto sucede, en parte, porque gracias a la Atención Plena nuestra mente está en contacto con la experiencia inmediata de lo que sucede en uno, en los demás y en el hermoso mundo del ahora. Igualmente, desde la neurobiología, se ha demostrado que esto es posible porque acontecen cambios permanentes en el cerebro, entre otros, mayor grosor de la corteza cerebral en ciertas zonas y cambios en el hipocampo.

Los programas de primera y segunda generación se han ocupado de transmitir y traducir con palabras de nuestros días una parte de la psicología budista, de ese maravilloso sedero óctuple: la recta o correcta concentración y la recta atención o atención plena.

Lo único que pretendemos los programas de tercera generación es completar esa transmisión del sendero óctuple. Porque para dejar de sufrir y sentir esa felicidad que nace de dentro es necesario completar el sendero. Si todos estuviéramos en un monasterio budista, la recta concentración y la recta atención harían posible, sin esfuerzo, el resto del sendero óctuple. Incluso, el propio Sidarta nos habló de que no era suficiente con apartarse del mundo y vivir como un meditador iluminado para alcanzar la felicidad verdadera y pura que estamos llamados a redescubrir dentro de nosotros.

Por todo ello, los programas de tercera generación trabajamos también con la atención bondadosa que nos permite desarrollar una acción correcta, una palabra correcta, una forma de vida saludable y amable con uno mismo y con los demás, con la familia, en el trabajo, etc. Y además, incorporamos la restructuración cognitiva que nos producirá un correcto entendimiento, un pensamiento amable, reconocer que hay detrás de nuestras acciones para así crear en nuestro corazón una motivación amable y saludable que nos lleve a hacer o no hacer en el ahora de todos los días, en definitiva a vivir con mayúsculas.

Con la atención bondadosa nos acercamos a lo agradable, pero también a lo desagradable. A lo agradable con gratitud, a lo desagradable y al sufrimiento, con profunda amabilidad y compasión. Observamos el sufrimiento sin prejuicios, sin evitación, produciendo la reducción de la reactividad emocional. Seguimos el mismo esquema que trabajamos con la Atención Plena al desidentificarnos de nuestros pensamientos o trastornos pero aplicado a las emociones y el sufrimiento.

Pero amigos y amigas, una vez que hemos aprendido a no reaccionar impulsivamente gracias a la desindentificación con nuestros pensamientos y emociones (separación entre observador y observado), una vez que hemos aprendido a ser el Testigo Espejo de la realidad que acontece, una vez que hemos sido conscientes de las motivaciones que están detrás de nuestras acciones, de nuestra palabra, de nuestras emociones, en definitiva, una vez que hemos aprendido a ser amables con nosotros mismos y los demás; uno se da cuenta, en ese camino consciente, que la dualidad dentro fuera, yo y el resto, observador y observado, toda esta falsa dualidad se desvanece. Somos consciencia pura, Espacio de Consciencia donde todo habita, somos nosotros y, al mismo tiempo, el universo mismo. Y díganme si en ese espacio de consciencia infinito y permanente (que ya no es un estado, sino el espacio donde los estados se manifiestan), no reside la calma, la serenidad, la felicidad, ese pequeño y maravilloso yo y al mismo tiempo ese universo infinito más hermoso, en definitiva: LA VIDA. Esa hermosa paradoja de ser la VIDA y al mismo tiempo el ESPACIO CONSCIENTE donde la VIDA habita.

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